Microcuento de Julio Cortázar
A
un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al
chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales
de anteojos cuestan muy caro, pero descubre con asombro que por milagro no se
le han roto.
Ahora este señor se
siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una
advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere
en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse
en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor
inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva
un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables,
y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.
Fuente: Julio Cortázar, Historias de Cronopios y de famas, Ed. Suma de Letras.