Microcuento de Juan Carlos Vecchi
La mirada podría ser una de esas miradas que se pierden en cualquier historia, pero es Gabriela Flores la mujer sentada en uno de los bordes de la cama mirando la fotografía de su bisabuela materna.
El genealógico hábito nocturno de los treinta centímetros hacia la derecha le movieron la mirada hasta la blanca cabellera de su abuela. Movió la cabeza un poco más, siempre hacia la derecha; en la dulce sonrisa de su madre solía encontrar ese método para mitigar su incondicional melancolía.
La suya no colgaba en la pared del débito familiar; no se estremeció al pensar que no faltaba mucho para ser un cuadro más.
Dejó que su cuerpo triste se inclinara hacia atrás, hasta que espalda y cabeza sintieron la amorosa textura de la frazada, la frazada tejida por su abuela; estiró un brazo hacia un costado y se tapó con otra frazada, la frazada que había tejido su madre.
Acuartelada en aquel tejemaneje congénito de ausencia, se preguntó por qué nunca había tejido una frazada ella misma.
Fue entonces cuando soltó la risa hasta el cielorraso al darse cuenta que siempre le había quedado más cómodo dejarse morir que aprender a tejer una frazada.
Fuente: © Juan Carlos Vecchi, texto inédito.
0 comentarios:
Publicar un comentario