Microcuento de Eduardo Galeano
A veces, al fin de la temporada, cuando los turistas se iban de Calella, se escuchaban aullidos desde el monte. Eran los clamores de los perros atados a los árboles. Los turistas usaban a los perros, para alivio de la soledad, mientras duraban las vacaciones; y después, a la hora de partir, los ataban monte adentro, para que no les siguieran.
Fuente: Eduardo Galeano, El libro de los abrazos, Ed. Siglo XXI
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