Fábula de Esopo
Un león que se había extraviado en un bosque se clavó una espina en la pata. Tan dolorido estaba que apenas podía caminar. Casualmente pasaba por ahí un pastor. El animal se le acercó y comenzó a mover la cola y a mostrarle la pata herida.
Atemorizado, el hombre le ofreció comida; pero la fiera la rechazó. Se acercó más y por fin logró que el pastor comprendiera sus gestos y lo curara. El león, al sentirse aliviado, le lamió las manos en señal de agradecimiento y se marchó sin hacerle daño.
Años después, el león fue cazado y llevado para devorar a los malhechores. El pastor había cometido un delito por el que estaba condenado a muerte, y fue arrojado a las fieras. Entre estas estaba el viejo león que, reconociéndolo, se le acercó mansamente y lo defendió de las demás bestias. Los espectadores se asombraron; el pastor les contó el episodio de la espina, y por esta razón dejaron en libertad al hombre y al león.
No seamos ingratos con los que nos ayudan. La gratitud es propia de las almas nobles.
De En frasco chico, Ed. Colihue.
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