Rima De Vallbona: nació en Costa Rica en 1931. Filóloga, poetisa y narradora. Es muy reconocida por el desempeñó en su profesión y también por sus obras literaria la cual le ha dado un puesto importante entre el resurgir de la literatura costarricense. Ha sido galardonada con varios premios como el Premio "Jorge Luis Borges" de cuentos en Buenos Aires. Sus obras se encuentran entre lo fantástico y lo real con un lenguaje que refleja el habla costarricense y centroamericana en general. Parte de sus obras son Mujeres y Agonía, Las sombras que perseguimos en prosa y Yolanda Oreamuno y Vida y sucesos de Monja Alférez ensayo.
Fea, horrible, hedionda,
ojoslegañosos, chorreamocos, hedés, a orines y a pan mojado. Las costras te
hacen mapas oscuros en los brazos en las piernas, en la cara. Piojosa,
pulguienta, todo el polvo de la calle apestosa a boñiga, lo llevas en las
greñas y en lo opaco de los ojos. ¿Cómo cabe tanto polvo en el ojal de tus ojos
y en el montocillo de tu carne? ¡Inútil, no sabes ni apañar la bola ni hacer
jugadas con los chumicos, ni bailar el trompo de guachipelin! ¡Inútil! ¿Para
qué servís? ¿Serví de algo acaso? Pertenecés al rincón de los chunches viejos
donde te podes confundir con las cosas inservibles. No, mejor a la basura,
entre las cáscaras de plátanos y chayote, entre la broza de café, los jugos
pútridos de las frutas a medio comer y la hediondez de la carroña. En el hueco
del excusado estarías mejor, diluidas tus costras y fetidez en los excrementos
y la hedentina, para que no molestés a nadie… en el hueco de excusado… en el
fondo de la basura…
Desde el rincón de su
soledad, la niña contempla el juego bullanguero de los chiquillos lavados,
peinaditos y con zapatos. Mira el suelo y se pregunta por qué –millones
de por-qués le pululan por dentro−… Se pregunta por qué a sus piececillos
desnudos les tocó endurecerse con grava y la tierra áspera.
Los otros niños levantan algarabía de gritos en
la ronda, para hacer más vistosa su presencia limpia y aliñada, su tez blanca.
La pequeña, muy sola se aovilla en la pelotita insignificante de su alma y
desaparece suprimida por ansia de ser nada.
Fea-horrible-mocosa. No nos mires, que nos van
a caer mal los confines y en los mangos de puro asco que nos das. No te
arrimés, tu olor a orines y a trapos empapados de sudores nos marea. Andate a
llevar el portavaiandas a tu tata que trabaja en nuestros cafetales, y no volvás
por aquí.
¡Inútil! ¡Inútil! ¿Para qué servís? ¿Para qué
estás en el mundo con nosotros? Las lágrimas de la niña son también oscuras al
abrir surcos en el mapa terroso de las mejillas. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?...
Tonta, zopenca. No hablás como nosotros. No
sabés ni hablar. No decis nunca nada.
En la casa, la madre le da un empujón, un
pellizco, «vagabunda, dejá de perecear y loquear».
En la calle es tanto lo que quiere hacerse
invisible, que tropieza con todo.
Un día la chiquillada bullanguera pega un
grito en medio del juego y señala con horror el basural del baldío: entre
cáscaras de plátano y de chayote, entre broza d café y jugos pútridos, entre
sobras de comida, escombros y papeles rotos, la niña fea, sucia, apestosa, está
muerta.
− ¡Pobrecita!
− ¿Qué feo morir así?
− Alguien la mató. ¡Tan buena que era!
− ¿Quién la mató? Si no molestaba… siempre en
el mismo rincón…
En el reino de la basura,
la niña fea y repugnante por primera vez tiene una plácida sonrisa de
satisfacción. En el reino de la basura…
0 comentarios:
Publicar un comentario